Me pariste en primavera, un precioso amanecer
en una mágica isla, llena de embrujo y poder.
Me acurrucaste en tu pecho guiándome a conocer
el mayor de los deleites que nadie pudo tener.
Con el néctar de tu vida comencé pronto a crecer
Rebosante de energía, cobijada por tu ser.
Yo, por instinto sentía que no debía temer
mientras te quedases cerca y que te pudiese ver.
Pero ese tiempo pasó, hace años que marchaste
A ese lugar perfecto donde van todas las madres.
Y desde allí, mi guardiana, vigilas cuanto me pasa
y si notas que estoy triste, me acompañas y das calma.
Porque ese cordón de plata nunca se podrá romper.
Y la memoria es eterna, nunca muere, eso lo se,
porque va ligada al alma y te trae cada vez
que esos recuerdos reviven sentimientos de un ayer
mientras viva en mi memoria el recuerdo de tu ser
que estaba lleno de ti y jamás olvidare.
Pá Lola, mi madre.