sábado, 30 de agosto de 2008

¿Existio otra humanidad?

La Atlantida, Mu, Lemuria

Yonaguni.Japon ¿Es una ciudad sumergida? Los expertos dicen que son formaciones naturales, vosotr@s juzgareis.




La Atlantida no es la única tierra antigua que se dice que se que se hundió en el mar. Tanto los eruditos como los fabulistas hablan de otros dos continentes sumergidos: las tierras legendarias de Lemuria y Mu.

El nombre de Lemuria procede de la antigua familia de los lémures y fue creado por el zoólogo inglés del siglo XIX P. L. Sclater en vista de la similitud de los lémures fósiles encontrados en la punta sur de la India y en la provincia de Natal de África del Sur. Sclater presumió la existencia de Lemuria, un continente sumergido que atravesaba antiguamente el océano Indico y unía el sur de África con el sur de Asia.

La idea de un puente tropical que uniese antaño las masas de tierra existentes captó la fantasía y consiguió el apoyo de una autoridad evolucionista tan destacada como Thomas Huxley. En Alemania, el biólogo Ernst Haeckel llegó a decir que la antigua Lemuria podía haber sido el perdido Jardín del Edén, cuna de la raza humana.

La tierra perdida de Mu ha sido también buscada desde hace tiempo por los estudiosos de cosas no explicadas. Apareció primero en una serie de libros de James Churchward, coronel británico retirado que había servido en los Lanceros de Bengala, en la India. Mientras trabajaba en una campaña contra el hambre, dijo Churchward, conoció a un rishi, o sumo sacerdote indio, que tenía en su poder una biblioteca de tablillas de piedra escritas en naacal, la lengua nativa de Mu.

Según la teoría de Churchward,fundada en las tablillas naacal y en las tradiciones orales de las islas del Pacífico y de partes de América Central y del Sur, los primeros seres humanos tuvieron su origen en Mu, hace unos 200 millones de años. Su ciencia, incluida la capacidad de manipular la gravedad, había avanzado mucho más que la actual. Pero, hace aproximadamente doce mil años, se produjo la tragedia en forma de una explosión catastrófica de gas. A consecuencia de ella, el continente de Mu se sumergió en el océano Pacifico. Lo único que quedó de una masa de tierra de ocho mil kilómetros de longitud por cinco mil de anchura fueron unas pocas islas desparramadas que sobrevivieron sobre las aguas. Los grandes e inexplicables restos encontrados en varias islas del Pacifico y las grandes estatuas de cabezas en la Isla de Pascua no pudieron ser construidos por la fuerza humana disponible en unas islas de población limitada como las actuales. También hay que observar que los hawaianos indígenas todavía llaman Mu al continente perdido.


De los pobladores del antiguo Mu, se presume que murieron 64 millones en la explosión cósmica. Los que sobrevivieron colonizaron en definitiva los otros continentes. Churchward murió en 1936 a la edad de ochenta y seis años, después de haber escrito cinco libros sobre el tema de Mu. Otras referencias escritas sobre Mu se presume que existen todavía en ciertos monasterios de las altas montañas de Asia Central.

San Juan de la Peña:En la literatura y mitología
Y el Mundo grandioso, enigmático y, en cierta medida, temido, las elevadas montañas pirenaicas y los más retirados rincones de las sierras prepirenaicas siempre han estado envueltos en un halo de misterio y de leyenda para las gentes del Alto Aragón.
No es extraño, por tanto, que para explicar y dar a conocer el origen del
Monasterio Viejo de San Juan de la Peña se haya tenido que recurrir al encanto de una historia donde, posiblemente, se mezclen la ficción y la realidad.
Todo se remonta al año seiscientos, cuando en una jornada de caza un joven, de nombre Voto, perseguía con su caballo la carrera de un ciervo veloz. Tan encelado estaba en dicha tarea este acomodado joven zaragozano, que hasta el último momento no advirtió que había llegado al borde de lo más alto del precipicio del monte Pano. Mientras el venado saltaba desde el rojizo farallón rocoso, Voto, a lomos de
su caballo, presintió la caída y advirtió que la muerte se hallaba a sus pies.
La inercia y la velocidad del rápido galope le conducían hacia lo más profundo del acantilado.
En cuestión de segundos, Voto se encomendó a San Juan Bautista -santo
de su devoción-, y el caballo, milagrosamente, frenó en seco al borde del abismo.
Agradecido a San Juan, Voto descendió a pie por donde pudo para examinar el paraje del fondo del barranco. Allí, entre la maraña de tupida vegetación, halló la cueva del Galeón al pie de la peña rocosa, lugar donde manaban aguas cristalinas y donde se encontraba una pequeña iglesia dedicada a San Juan Bautista, en cuyo interior yacía el cadáver incorrupto de un ermitaño llamado Juan de Atarés.
Impresionado por el hallazgo y por las circunstancias del suceso, el noble zaragozano regresó a su ciudad y vendió cuantas pertenencias familiares poseía.
Posteriormente, en compañía de su hermano Félix, se retiró al lugar para llevar una vida de retiro y oración, y levantar una ermita en honor a San Juan, lugar donde con el transcurso de los años se levantaría el Monasterio Viejo de San Juan de la Peña.
Hoy, como recuerdo del suceso y fundación del monasterio, podemos
encontrar una capilla renacentista y barroca en honor a estos dos santos -S. Voto y S. Félix-, levantada junto al claustro románico.
La legendaria tradición también cuenta que, en épocas medievales, a San
Juan de la Peña acudían numerosos peregrinos y devotos para admirar la más importante de sus reliquias: el preciado y disputado Santo Grial, copa en la que bebió Cristo durante el transcurso de la última cena. Se narra que, traído a tierras oscenses por San Lorenzo como regalo del Papa Sixto II, el Santo Cáliz comenzó una peregrinación por distintos parajes religiosos del Pirineo -San Pedro de Tabernas, San Adrián de Sasabe -Borau-, Yebra de Basa, Bailo, Jaca y, finalmente,San Juan de la Peña- como consecuencia del peligro que supone la notable presencia musulmana. En este último monasterio permaneció largo tiempo, hasta que el rey Martín I el Humano lo solicitara a los monjes pinatenses, quienes lo enviaron a la Aljafería de Zaragoza, hasta llegar a la catedral de Valencia, donde
hoy todavía permanece guardado.
En el interior del Monumento Natural de San Juan de la Peña tiene lugar cada año, a finales del mes de mayo, la romería de San Indalecio, una de las más antiguas de Aragón, dado que su origen se remonta a la fecha del 1187.
Se afirma que San Indalecio fue uno de los siete varones apostólicos que ayudaron al Apóstol Santiago el Mayor predicando el Evangelio por España. Nacido en Caspe, ayudó en la construcción del antiguo templo del Pilar, acompañando a Santiago a tierras de Jerusalén. Sus restos fueron traídos por encargo del abad de San Juan de la Peña desde la ciudad almeriense de Urci por el proscrito y arrepentido caballero García Aznárez, quien recibió la ayuda de Evancio y García, dos mojes pinatenses
que le acompañaron a lo largo de seis meses de búsqueda, hasta que un
ángel se le apareció de noche a uno de los citados monjes y le reveló el lugar exacto del osario de San Indalecio. Desde aquel año de 1084, los pueblos del entorno -hasta un total de 238 aldeas y poblados- han tenido una gran devoción a San Indalecio, y de su acción milagrosa recibían diversos beneficios, especialmente el de la necesitada lluvia. Con cánticos de "gozos", rezos en latín, cruces parroquiales, romeros y dances, se celebra cada primavera la festividad en la que se pide a San Indalecio lluvia para los campos, paz para el espíritu y se agradecen
los bienes recibidos. Una acción que sigue viva por la actividad de la
Hermandad de Caballeros de San Juan de la Peña.
Buscando en las leyendas y las tradiciones de San Juan de la Peña, se encuentran
otros episodios como son la fundación cristiana de la ciudad de Pano -en lo alto del monte del mismo nombre- y su posterior destrucción a manos de los ejércitos musulmanes, la donación del monte Abetito a San Juan de la Peña, o la fundación del monasterio por parte del rey del Sobrarbe don García Jiménez. En la comarca del Viejo Aragón muchos han escuchado de niños que en la peña del monasterio existe una cueva donde, cuenta la tradición, se esconde un tesoro repleto de joyas.
Pero el lugar serrano y monacal de San Juan de la Peña ha inspirado también la imaginación de escritores y artistas. No es de extrañar que Unamuno, tras su estancia en el año 1932, definiera en un artículo publicado en el libro "Paisajes del alma" a este enclave como "la entrada de un mundo de roca espiritual revestido de bosques de leyenda". Y es que San Juan de la Peña también llamó la atención,sedujo, inspiró y atrajo a otros ilustres maestros del pensamiento. En la crónica de San Juan de la Peña aparecen nombres como Santiago Ramón y Cajal, el filósofo José Ortega y Gasset, el citado Miguel de Unamuno o Ramón Menéndez
Pidal. La escritora Ángeles de Irisarri ambientó en la vida monacal de la Edad Media su novela "El estrellero de San Juan de la Peña", donde se vive la historia de Fray Aimerico de Thommières, un monje que trasladado desde el monasterio de San Ponce permanecerá en San Juan de la Peña hasta su muerte, desarrollando tareas de hospitalero y "estrellero" -observador de estrellas y firmamentos-.
Cuestiones religiosas, monacales, humanas y astronómicas se mezclan en esta deliciosa novela que discurre entre la cueva de Gerión llano de Suso.

LUGARES SAGRADOS, LUGARES DE PODER


LUGARES SAGRADOS.LUGARES DE PODER.
Desde tiempos inmemoriales los seres humanos han buscado lugares especiales donde poder curarse de sus enfermedades, donde contactar con sus dioses, donde tener una experiencia espiritual. Incluso mucho antes de que aparecieran las primeras religiones, cuando no existían templos, ni dioses, existían lugares en la naturaleza donde los primeros humanos acudían a recuperar un contacto más puro con la naturaleza.


Con el transcurso de los siglos, las distintas religiones construyen sus doctrinas y sus templos, muchas veces en los mismos lugares donde los antiguos adoraban las fuerzas de la naturaleza. Estos nuevos dioses y estas nuevas ideas tomaron formas concretas, crearon normas y separaron lo bueno de lo malo. Así fue como surgió el concepto de “lo sagrado” frente a “lo profano”, de “lo espiritual” frente a “lo material”. Y esos nuevos conceptos impregnaron los lugares de adoración que ya no fueron naturales, inmersos en la naturaleza, sino artificiales, construidos por el hombre.
Esos lugares sagrados en algunos casos conservaron su cualidad de lugar de reencuentro con la naturaleza y fueron así, lugar sagrado y lugar de poder simultáneamente. Pero en la mayoría de los casos, los lugares sagrados: iglesias, ermitas, catedrales... fueron perdiendo su sentido más profundo para ser lugares de encuentro religioso y social, pero ya no lugar de transformación y de potencia interna. Fueron lugares sagrados, pero ya no de poder.
Así ha sido durante los últimos 3.000 años en Occidente. Pero incluso en los momentos más materialistas o los más agitados por las corrientes de la Historia, ha habido las manifestaciones de la naturaleza, recordándonos que ella fue la primera, la primigenia, la anterior a los humanos y la civilización y la que permanecerá cuando humanos e historia hayan caído en el olvido. Fuentes curadoras, cuevas con poderes, árboles milagrosos, apariciones de seres celestiales se han dado en todo el mundo y en toda época. Son signos de una fuerza que no puede ocultarse, ni permite que nos olvidemos de ella. Es la fuerza de Gaia, la Tierra viva, es la fuerza de la espiritualidad equilibrada en el soporte material, es la Gran Madre, la que existió incluso antes que los dioses masculinos, incluso antes del Sol, la gran dadora de vida. La diosa clara de la luz y del cielo que es, a la vez, la diosa oscura de la noche y de la tierra. La gran Virgen Blanca y la gran Virgen Negra.


La fuerza femenina creadora adorada por los antiguos anteriores a la historia en las cuevas neolíticas, la diosa de la fertilidad adorada en las Islas Cicladas 3.000 años antes de Cristo, adorada en Babilonia, en Nínive, en Egipto, en Grecia, en Roma y con la llegada del Cristianismo asimilada a la madre de Jesús, a la Virgen María, la que puede engendrar sin dejar de ser inmaculada.

Bajo esta perspectiva, el fenómeno de las apariciones marianas adquiere un nuevo valor: ¿qué es un lugar donde se aparece la Virgen? ¿Es un lugar sagrado o es un lugar de poder?
Es indudable su valor como lugar sagrado, como lugar de adoración religiosa especialmente para los creyentes católicos (no olvidemos, el muy diferente papel que la madre de Jesús, juega dentro de las diversas corrientes del protestantismo) para los que una aparición siempre es una prueba del amor y preocupación de Dios por sus hijos los seres humanos y su preocupación por estar cerca de ellos, especialmente en los momentos más conflictivos.

Pero también es un poderoso lugar de poder, incluso para los no católicos. Tanto por su valor de teofanía “donde se manifiesta el dios” como por el poder energético que le aporta la fe de los miles y miles de peregrinos que acuden a estos lugares buscando curación, buscando el milagro, buscando la renovación de su fe.

Lo que define al lugar sagrado es su valor dentro de una doctrina religiosa, es el lugar donde se va a encontrar o estar más cerca del dios externo, el lugar donde, por tanto, es más posible que la petición sea escuchada y atendida, donde se va a orar, a pedir, a cumplir, a reconocer una realidad más grande y amplia que uno mismo, una fuerza externa y más poderosa que aquel que adora. Por ello, entrar en el lugar sagrado transforma de acuerdo al grado de fe y a los conceptos intelectuales del que a él acude.
El lugar de poder es lugar donde es más fácil encontrar al dios interior, donde la experiencia transformadora no depende de la fe o de las ideas previas, sino del grado de apertura física para la recepción de la energía del lugar. No es preciso una sensibilidad especial, sino relajación y confianza. Es el lugar donde descubrir que todo poder, toda fuerza ya están dentro de ti. Han existido en tu interior desde siempre. El lugar de poder es el lugar donde la experiencia, si vivida, da el conocimiento que el milagro está dentro de ti, el logro está dentro de ti, que la brizna divina, la chispa creadora está en tu interior esperando para ser descubierta o recordada, para ser utilizada, para ser llevada a su plena expresión, para transformar la vida del que la experimenta y convertirlo en un ser más humano, más abierto, mejor.


¿Lugar sagrado, lugar de poder? ¿Por qué no ambas cosas? Creyentes católicos o no, Lourdes debe ser conocido, no sólo como un santuario de peregrinación, sino también como un lugar donde se unen la cueva de la aparición, el árbol sagrado, la fuente de agua que limpia y la gran fuerza femenina que no juzga, que da amor y no pide nada a cambio, es un lugar que debe ser conocido y experimentado no desde el intelecto, sino desde la energía más sutil que sólo puede percibirse desde lo más profundo del corazón.


Texto: Angel Garcia
Fotos: Estrella&Rosa

Menorca "La Isla enigmatica"



Menorca -La isla enigmatica-


Es una isla relativamente pequeña, de escasamente unos 700 km2, pero enormemente rica en paisajes tanto como en historia. Se trata de Menorca, la segunda en extensión de las Islas Baleares, que bañada por un fascinante Mediterráneo ha visto suceder sobre su territorio muy diversas culturas desde aquellos oscuros tiempos de los constructores de megalitos.
Efectivamente, porque Menorca también ha acogido a un grupo de estos misteriosos seres humanos que supieron trabajar y moldear la dura piedra para adaptarla a sus necesidades cotidianas y probablemente espirituales. Esos seres de los que tan poco sabemos pero hacia los que muchos sentimos una irrefrenable atracción, probablemente fascinados al unísono por la más que segura precariedad de medios de subsistencia y por las costosísimas y laboriosas soluciones que idearon para vencer las dificultades de su entorno. En Menorca han dejado sus huellas 4000 años de asentamientos humanos. De esta forma, el afortunado visitante de la isla no sólo encontrará cálidas playas sureñas junto a inhóspitos y pedregosos acantilados septentrionales, sino que se podrá sumergir en el silencio de las soleadas piedras que, a su manera, son el registro de una cultura enigmática donde las haya: La cultura talayótica. Cronología básica Desde un punto de vista meramente cronológico, la cultura talayótica hay que situarla entre los años 1400 a 100 a.C., es decir, desde la edad del Bronce medio hasta pleno periodo helénico. Antes de esto, existe una aún más oscura época pretalayótica que se extiende hasta el 2000 a.C. y que arranca, por tanto, en el Neolítico y pasa por las edades del Bronce inicial y Bronce medio. Muy poco se sabe sobre su origen. Debió ser un pueblo de procedencia mediterránea que navegó desde la zona oriental de este mar durante el transcurso de las lentas migraciones del Neolítico y Edad del Bronce. Dos grandes tendencias intentan explicar el tipo de asentamiento humano que ocurriría en Menorca. Una de ellas habla de oleadas de migración que llegarían a la isla aportando cada una de ellas un avance técnico social a lo existente: el periodo inicial se caracterizaría por la vida en cuevas; posteriormente un nuevo grupo vendría y levantaría los talayots. La segunda opción, parece que más asumida por los arqueólogos, es la de que toda la civilización talayótica forma una unidad, una cultura que permanece en las islas -Mallorca y Menorca- durante cerca de dos mil años, con sólo esporádicos contactos con el exterior, en especial con mercaderes griegos y fenicios y con los ejércitos cartagineses, hasta la conquista del archipiélago por Quinto Cecilio Metelo, en 123-122 a.C. La romanización, finalmente, supuso la desintegración de la cultura talayótica. Hay vestigios de que los romanos aprovecharon muchos de los poblados talayóticos para convertirlos en asentamientos rurales. ¿Qué construía el hombre talayótico? El periodo pretalayótico, el más antiguo, de la cronología menorquina (2000-1400 a.C.) se caracterizó por sepulcros megalíticos, navetas de habitación e hipogeos de planta alargada. El ciclo talayótico (1400-450 a.C.) vio florecer las construcciones que precisamente dieron el nombre a esta cultura, el talayot. Además, también proliferaron las navetas de enterramiento, las salas hipóstilas y las murallas defensivas (Orfila y Taltavull, 1996, Guía Arqueológica de Menorca). Iré describiendo los monumentos más representativos, algunos de los cuales se recogen, además, en las fotografías que acompañan a este artículo. Los sepulcros megalíticos son monumentos funerarios localizados hasta ahora únicamente en la parte oriental de la isla. Consisten en un corredor no muy largo que acaba en una losa perforada que da entrada a la cámara. La cámara puede ser de forma rectangular u ovalada, normalmente construida con grandes losas u ortostatos. Un muro de contención rodea esta edificación, y su relleno suele efectuarse con piedras pequeñas. Los hipogeos de planta alargada constituyen un tipo de enterramiento de la época pretalayótica localizado, por contra, en la parte occidental de la isla. Presentan un corredor alargado desde la entrada hasta la cámara, tanto en forma de rampa como en escalones. La planta de esta cámara suele ser alargada, de ahí su nombre, aunque a veces es ligeramente ovalada. Es corriente que en su interior tengan una serie de nichos. Las navetas son construcciones que guardan una relativa semejanza con una nave volcada quilla arriba -de ahí su nombre, naveta, procedente del catalán nau, nave-. En la época pretalayótica las navetas se destinaron a cobijar a seres humanos, mientras que en el periodo siguiente las encontramos dedicadas básicamente a enterramientos. El representante más característico de estas construcciones es la naveta des Tudons (foto 1), uno de los edificios más antiguos de los construidos en Europa (se le atribuyen 3000-4000 años de antigüedad). Exteriormente presenta fachada cóncava con planta cercana a la de una herradura.
El interior presenta una cámara ovalada y alargada que se comunica con el exterior por medio de una pequeña puerta rectangular (hay que entrar hoy día necesariamente de rodillas) y un corredor o vestibulo, del que por otra puerta angosta se pasa a la verdadera cámara sepulcral. El vestíbulo está abierto en sentido vertical, ya que da acceso a una segunda cámara superior que posiblemente, como se ha comprobado en otras navetas de enterramiento de la isla, servía de osario. El monumento tal y como se puede ver en la actualidad fue excavado y restaurado en 1965. Su uso funerario quedó corroborado por el hecho de haber encontrado indicios del enterramiento colectivo de más de 50 personas, depositadas en capas de cal, con algunos adornos de bronce. Como se puede apreciar en la Fotografía 1, en la parte superior frontal de la naveta falta una piedra. Esto alimentó una romántica leyenda en la zona que nos remonta a la época de los gigantes y que reproduzco al final de este artículo. Las salas hipóstilas (foto 2) consisten en una edificación de forma irregular realizada mediante una serie de columnas mediterráneas (columnas compuestas de una serie de tambores, o de una sola piedra, con la característica de que la parte de abajo es más estrecha que la de arriba, lo que las convierte en muy útiles para ser utilizadas en sitios en los que las paredes se van curvando hacia el interior). La altura de éstas suele ser de unos 2 metros y en muchas ocasiones son monolíticas, rematadas por un capitel.De este salen una especie de vigas hacia otras columnas o hacia las paredes de la edificación, que suelen tener un inicio de falsa cúpula. El acceso se hace mediante un corredor, tanto en forma de rampa, como con escalones.


El talayot -del catalán talaia, atalaya o torre- es la construcción por excelencia de esta cultura, de hecho como ya he mencionado su nombre sirve como denominación del tiempo prehistórico balear. Es una torre de mampostería en seco de planta circular o algo cuadrada, con una cámara central, corredor de acceso y con una columna para sostener la cubierta, si bien este elemento sustentante puede faltar en muchas ocasiones (foto 3). Su tamaño varía y se hallan aislados o agrupados en forma de poblados. A veces los hay sobre una colina, grandes y circulares, como una vieja torre de defensa. Comparables a los nuraghes sardos y a los torri corsos, servían, según su ubicación, a diferentes finalidades: solos en un promontorio, parece claro que debían ser puntos de observación: agrupados en el centro de un poblado quizás fueran castillos de repliegue, o bien viviendas de los personajes de rango superior, e incluso, como se creyó firmemente años atrás, túmulos mortuorios.

Finalmente, los recintos de Taula, una construcción que en Menorca cobra un interés excepcional, superior al de otros restos arqueológicos baleares, por su grandiosidad. Son santuarios cuya forma en planta se asemeja a la de una herradura con el lado frontal principal recto y el resto en ábside. El portal de ingreso se abre en la fachada principal y debió estar siempre adintelado. Los recintos de Taula están construidos con la característica técnica ciclópea típica de todos los monumentos talayóticos: un doble paramento de bloques más o menos regulares, o a base de grandes lajas hincadas verticalmente, o bien con bloques irregulares de buenas dimensiones. El muro de cierre del paramento interior suele estar cortado de trecho en trecho por un grueso pilar vertical que se apoya sobre una base cuadrada o sobre la roca cortada a su imitación. Los pilares se coronan con otro bloque a modo de capitel, de pequeño tamaño, y se distribuyen delimitando una especie de capillas o cubículos en forma de segmento de círculo en unos casos o totalmente rectos en otros. En estos lugares, en un momento determinado del uso del recinto, se instalaron unos bancos corridos formados por bloques de piedras sobre los que se depositaban ofrendas. El centro de este recinto está ocupado por la Taula, un monumento realmente ciclópeo, de impresionante adustez, formado por dos enormes piedra calizas lisas colocadas en forma de T, que asemejan a una gran mesa de pie central, lo que generó su nomenclatura popular en lengua catalana. Las hay hasta de cinco metros de altura y más de 25 toneladas de peso. Las Taulas están colocadas de forma que una de las caras, plana y muy bien trabajada, se enfrenta a la puerta del recinto que las cobija. Especialmente interesantes resultan las de los recintos de Talatí de Dalt, Torretrencada y Torralba d'En Salort. La primera de ellas porque es una Taula que presenta una pilastra inclinada apoyada en la piedra capitel como si quisiera aguantarla (foto 4). No es, sin embargo, su función la de reforzar la Taula, sino probablemente es una piedra caída de lo que sería el techo del recinto del que formaba parte la Taula. La de Torretrencada es de las escasas que se conservan enteras, y refuerza la idea de que las Taulas no eran mesas gigantescas sino más bien la pilastra central de una sala recubierta de enormes piedras de uso incierto . Finalmente, la Taula de Torralba guarda otra sorpresa de carácter distinto a las anteriores y que tiene que ver con su orientación astronómica, cosa que comentaré más adelante.
Los hombres y mujeres talayóticos trabajaron la piedra básicamente para vivir. La organización y estructura de determinadas construcciones invitan a pensar, además, que pudieran seguir otros planes de naturaleza más metafísica para elevar algunas de esas impresionantes piedras que aún hoy nos miran desafiantes, sabedoras de que difícilmente podremos llegar a la auténtica razón de su presencia ahí. Ya he referido en varias ocasiones el empleo de las navetas como lugares de enterramiento, y de la existencia de sepulcros en las diferentes etapas de la cronología pretalayótica y talayótica. Ya había, por tanto, preocupación por la custodia y, ¿por qué no?, por la supervivencia de las almas desencarnadas. Si esto es así, si existía ese componente metafísico en los pueblos talayóticos, no sería demasiado descabellado pensar que algunas de sus construcciones podrían haberse regido por patrones astronómicos (aquí, de nuevo y como en otras partes del mundo, se conjugan dos elementos casi inmutables en el tiempo, la piedra y las estrellas). El astrofísico murciano Juan Antonio Belmonte ha realizado un interesante estudio sobre las relaciones entre las civilizaciones antiguas y la astronomía (Las Leyes del Cielo, 1999, Ediciones Temas de Hoy). De acuerdo con este investigador, todos los recintos de Taulas, y por tanto todas las Taulas excepto la de Torralba d'En Salort precisamente que está orientada a levante, miran hacia el octante (un 1/8 de círculo) del horizonte centrado en el sur verdadero. El hecho de que este sector del horizonte coincida, en la mayoría de los casos, con un horizonte marino, o cuando éste está ausente, a un horizonte llano, invita a pensar que este patrón de orientaciones debiera ser astronómico. ¿Y qué miraban apoyados en la pilastra de la Taula los "sacerdotes" talayóticos? Según algunos investigadores, entre los que sigo contando a Juan A. Belmonte, probablemente el asterismo formado por la Cruz del Sur y Alfa y Beta Centauri, visible en el horizonte sur en aquella época. Si bien es sólo una hipótesis, cuenta con el atractivo de llevar asociada una justificación -que no explicación- para otro enigma pétreo de las Baleares y es la completa ausencia de Taulas en Mallorca, la mayor de las islas del archipiélago, isla en la que abundan sobremanera los talayots. En Mallorca, mucho más montañosa y de relieve más irregular (en Menorca sólo encontramos una elevación singular situada aproximadamente en el centro de la isla que es el monte del Toro), casi no existen lugares con una visión amplia del horizonte meridional, lo que habría impedido la visión de estas estrellas. Otra curiosa coincidencia es que el final del periodo constructor de taulas se produce más o menos en el momento en que debido a la precesión de los equinoccios esta asociación estelar deja de verse desde Menorca. ¿Casualidades? En definitiva, en Menorca nos esperan doscientos sesenta y siete talayots, sesenta y cuatro navetas, treinta y una Taulas y treinta y nueve poblados, ¡...y tanto por saber! Sin duda un enorme patrimonio histórico del que aún sólo hemos empezado a conocer una mínima parte de lo que estas piedras tan cercanas a nosotros pero tan lejanas a su vez quieren legarnos. Menorca es una visita obligada para el amante de la prehistoria, para aquel que ansía dejarse embriagar por la magia de las piedras. Termino haciendo mías las palabras de Baltasar Porcel (Baleares, 1989, Círculo de Lectores), que reflejan con exquisita precisión las sensaciones que yo mismo recibí un día de agosto de 1999 recorriendo, también, el poblado de Talatí de Dalt. "La primera vez que vi una Taula, en Talatí de Dalt, en medio de un gran conjunto talaiótico, bajo el sol cegador, ardoroso, en el paisaje desierto de tierra parda y piedras plomizas, recibí una impresión considerable: la del gigantesco esfuerzo del hombre, a través de los siglos, para instalarse en la naturaleza y dominarla, para crear un mundo -técnico, científico, artístico...- a su medida y bajo su poderío. Fue así ayer, así es hoy. Lo demás son nubes, vientos temporales. A veces quimeras.
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" La leyenda de la naveta des Tudons"
En los tiempos en que la tierra estaba habitada por gigantes, cuatro de ellos moraban en Menorca: en el levante isleño un majestuoso y envejecido patriarca, padre de una hermosa joven, y a poniente dos hermanos. Cautivados ambos por la bella muchacha, decidieron pedir su mano. Como fuera que no se le ocurría a su señor padre a quien de ellos concedérsela, determinó dejar a sus habilidades tal decisión: los dos deberían construir con sus manos una obra monumental; el primero que consiguiera acabar tal hazaña, obtendría la tan anhelada recompensa. Uno de ellos, idealista él, caviló largamente y dio con algo verdaderamente especial: un barco de piedra, en mitad de los campos, que ninguno existía por entonces, y que sería lecho nupcial. El segundo, más realista, pensó en algo con sentido más práctico: excavar un profundo y amplio pozo en la árida roca para así conseguir abundante y fresca agua para su futura esposa, y de paso aliviar un poco la sequía reinante en la zona en donde residía. Empezaron ambos al mismo tiempo... Cada vez que el constructor naval, con una enorme piedra bajo el brazo, volvía a su obra, daba un pequeño rodeo, disimuladamente, para observar los avances de su hermano y contrincante; echaba una mirada hacia el fondo constatando con alegría la lejanía de su destino, al verlo sudoroso y exhausto, cavando y cavando. Así seguían las cosas: el barco se alzaba lentamente, el pozo se hundía inexorablemente. Transcurrido un cierto tiempo, al naviero solamente faltábale una piedra para completar su obra. Con esta roca bajo el brazo venía, y la luz de la victoria refulgía ya en sus ojos. En su cabeza se asentaba decididamente la alegría de tan cercano enlace. Convencido de su triunfo y para celebrarlo aún más, decidió dar una última vuelta por el agujero del pozo y reírse burlonamente de su hermano. Sin embargo, al estar tan sólo a pocos pasos del mismo, de las profundidades surgió una voz clara, alegre y victoriosa: ¡AGUA! Supo que había perdido. El sueño matrimonial bruscamente arrebatado, y enajenado por la decepción, los celos, la ira y el odio, arrojó la piedra que portaba por la abertura del recién acabado pozo, aplastando a su hermano, en aquel momento figura danzante, exultante de gozo. Al darse cuenta el naviero de su tropelía, y desesperado por tan infame acto cometido, corrió hacia la costa, arrojándose a las tenebrosas aguas desde el acantilado. La muchacha murió de pena tras el horrendo fin de sus pretendientes. Nadie quedó con vida para perpetuar la especie de los gigantes en Menorca. Por eso, si hoy en día se les pregunta a las abuelas de la isla, muchas le indicarán clara y concisamente que la piedra que falta en el frontis de la naveta se encuentra en el fondo de Es Pou d'ets Enamorats, situado al otro lado de la actual carretera. Autor: Jose Luis Casas Martínez