sábado, 30 de agosto de 2008

Menorca "La Isla enigmatica"



Menorca -La isla enigmatica-


Es una isla relativamente pequeña, de escasamente unos 700 km2, pero enormemente rica en paisajes tanto como en historia. Se trata de Menorca, la segunda en extensión de las Islas Baleares, que bañada por un fascinante Mediterráneo ha visto suceder sobre su territorio muy diversas culturas desde aquellos oscuros tiempos de los constructores de megalitos.
Efectivamente, porque Menorca también ha acogido a un grupo de estos misteriosos seres humanos que supieron trabajar y moldear la dura piedra para adaptarla a sus necesidades cotidianas y probablemente espirituales. Esos seres de los que tan poco sabemos pero hacia los que muchos sentimos una irrefrenable atracción, probablemente fascinados al unísono por la más que segura precariedad de medios de subsistencia y por las costosísimas y laboriosas soluciones que idearon para vencer las dificultades de su entorno. En Menorca han dejado sus huellas 4000 años de asentamientos humanos. De esta forma, el afortunado visitante de la isla no sólo encontrará cálidas playas sureñas junto a inhóspitos y pedregosos acantilados septentrionales, sino que se podrá sumergir en el silencio de las soleadas piedras que, a su manera, son el registro de una cultura enigmática donde las haya: La cultura talayótica. Cronología básica Desde un punto de vista meramente cronológico, la cultura talayótica hay que situarla entre los años 1400 a 100 a.C., es decir, desde la edad del Bronce medio hasta pleno periodo helénico. Antes de esto, existe una aún más oscura época pretalayótica que se extiende hasta el 2000 a.C. y que arranca, por tanto, en el Neolítico y pasa por las edades del Bronce inicial y Bronce medio. Muy poco se sabe sobre su origen. Debió ser un pueblo de procedencia mediterránea que navegó desde la zona oriental de este mar durante el transcurso de las lentas migraciones del Neolítico y Edad del Bronce. Dos grandes tendencias intentan explicar el tipo de asentamiento humano que ocurriría en Menorca. Una de ellas habla de oleadas de migración que llegarían a la isla aportando cada una de ellas un avance técnico social a lo existente: el periodo inicial se caracterizaría por la vida en cuevas; posteriormente un nuevo grupo vendría y levantaría los talayots. La segunda opción, parece que más asumida por los arqueólogos, es la de que toda la civilización talayótica forma una unidad, una cultura que permanece en las islas -Mallorca y Menorca- durante cerca de dos mil años, con sólo esporádicos contactos con el exterior, en especial con mercaderes griegos y fenicios y con los ejércitos cartagineses, hasta la conquista del archipiélago por Quinto Cecilio Metelo, en 123-122 a.C. La romanización, finalmente, supuso la desintegración de la cultura talayótica. Hay vestigios de que los romanos aprovecharon muchos de los poblados talayóticos para convertirlos en asentamientos rurales. ¿Qué construía el hombre talayótico? El periodo pretalayótico, el más antiguo, de la cronología menorquina (2000-1400 a.C.) se caracterizó por sepulcros megalíticos, navetas de habitación e hipogeos de planta alargada. El ciclo talayótico (1400-450 a.C.) vio florecer las construcciones que precisamente dieron el nombre a esta cultura, el talayot. Además, también proliferaron las navetas de enterramiento, las salas hipóstilas y las murallas defensivas (Orfila y Taltavull, 1996, Guía Arqueológica de Menorca). Iré describiendo los monumentos más representativos, algunos de los cuales se recogen, además, en las fotografías que acompañan a este artículo. Los sepulcros megalíticos son monumentos funerarios localizados hasta ahora únicamente en la parte oriental de la isla. Consisten en un corredor no muy largo que acaba en una losa perforada que da entrada a la cámara. La cámara puede ser de forma rectangular u ovalada, normalmente construida con grandes losas u ortostatos. Un muro de contención rodea esta edificación, y su relleno suele efectuarse con piedras pequeñas. Los hipogeos de planta alargada constituyen un tipo de enterramiento de la época pretalayótica localizado, por contra, en la parte occidental de la isla. Presentan un corredor alargado desde la entrada hasta la cámara, tanto en forma de rampa como en escalones. La planta de esta cámara suele ser alargada, de ahí su nombre, aunque a veces es ligeramente ovalada. Es corriente que en su interior tengan una serie de nichos. Las navetas son construcciones que guardan una relativa semejanza con una nave volcada quilla arriba -de ahí su nombre, naveta, procedente del catalán nau, nave-. En la época pretalayótica las navetas se destinaron a cobijar a seres humanos, mientras que en el periodo siguiente las encontramos dedicadas básicamente a enterramientos. El representante más característico de estas construcciones es la naveta des Tudons (foto 1), uno de los edificios más antiguos de los construidos en Europa (se le atribuyen 3000-4000 años de antigüedad). Exteriormente presenta fachada cóncava con planta cercana a la de una herradura.
El interior presenta una cámara ovalada y alargada que se comunica con el exterior por medio de una pequeña puerta rectangular (hay que entrar hoy día necesariamente de rodillas) y un corredor o vestibulo, del que por otra puerta angosta se pasa a la verdadera cámara sepulcral. El vestíbulo está abierto en sentido vertical, ya que da acceso a una segunda cámara superior que posiblemente, como se ha comprobado en otras navetas de enterramiento de la isla, servía de osario. El monumento tal y como se puede ver en la actualidad fue excavado y restaurado en 1965. Su uso funerario quedó corroborado por el hecho de haber encontrado indicios del enterramiento colectivo de más de 50 personas, depositadas en capas de cal, con algunos adornos de bronce. Como se puede apreciar en la Fotografía 1, en la parte superior frontal de la naveta falta una piedra. Esto alimentó una romántica leyenda en la zona que nos remonta a la época de los gigantes y que reproduzco al final de este artículo. Las salas hipóstilas (foto 2) consisten en una edificación de forma irregular realizada mediante una serie de columnas mediterráneas (columnas compuestas de una serie de tambores, o de una sola piedra, con la característica de que la parte de abajo es más estrecha que la de arriba, lo que las convierte en muy útiles para ser utilizadas en sitios en los que las paredes se van curvando hacia el interior). La altura de éstas suele ser de unos 2 metros y en muchas ocasiones son monolíticas, rematadas por un capitel.De este salen una especie de vigas hacia otras columnas o hacia las paredes de la edificación, que suelen tener un inicio de falsa cúpula. El acceso se hace mediante un corredor, tanto en forma de rampa, como con escalones.


El talayot -del catalán talaia, atalaya o torre- es la construcción por excelencia de esta cultura, de hecho como ya he mencionado su nombre sirve como denominación del tiempo prehistórico balear. Es una torre de mampostería en seco de planta circular o algo cuadrada, con una cámara central, corredor de acceso y con una columna para sostener la cubierta, si bien este elemento sustentante puede faltar en muchas ocasiones (foto 3). Su tamaño varía y se hallan aislados o agrupados en forma de poblados. A veces los hay sobre una colina, grandes y circulares, como una vieja torre de defensa. Comparables a los nuraghes sardos y a los torri corsos, servían, según su ubicación, a diferentes finalidades: solos en un promontorio, parece claro que debían ser puntos de observación: agrupados en el centro de un poblado quizás fueran castillos de repliegue, o bien viviendas de los personajes de rango superior, e incluso, como se creyó firmemente años atrás, túmulos mortuorios.

Finalmente, los recintos de Taula, una construcción que en Menorca cobra un interés excepcional, superior al de otros restos arqueológicos baleares, por su grandiosidad. Son santuarios cuya forma en planta se asemeja a la de una herradura con el lado frontal principal recto y el resto en ábside. El portal de ingreso se abre en la fachada principal y debió estar siempre adintelado. Los recintos de Taula están construidos con la característica técnica ciclópea típica de todos los monumentos talayóticos: un doble paramento de bloques más o menos regulares, o a base de grandes lajas hincadas verticalmente, o bien con bloques irregulares de buenas dimensiones. El muro de cierre del paramento interior suele estar cortado de trecho en trecho por un grueso pilar vertical que se apoya sobre una base cuadrada o sobre la roca cortada a su imitación. Los pilares se coronan con otro bloque a modo de capitel, de pequeño tamaño, y se distribuyen delimitando una especie de capillas o cubículos en forma de segmento de círculo en unos casos o totalmente rectos en otros. En estos lugares, en un momento determinado del uso del recinto, se instalaron unos bancos corridos formados por bloques de piedras sobre los que se depositaban ofrendas. El centro de este recinto está ocupado por la Taula, un monumento realmente ciclópeo, de impresionante adustez, formado por dos enormes piedra calizas lisas colocadas en forma de T, que asemejan a una gran mesa de pie central, lo que generó su nomenclatura popular en lengua catalana. Las hay hasta de cinco metros de altura y más de 25 toneladas de peso. Las Taulas están colocadas de forma que una de las caras, plana y muy bien trabajada, se enfrenta a la puerta del recinto que las cobija. Especialmente interesantes resultan las de los recintos de Talatí de Dalt, Torretrencada y Torralba d'En Salort. La primera de ellas porque es una Taula que presenta una pilastra inclinada apoyada en la piedra capitel como si quisiera aguantarla (foto 4). No es, sin embargo, su función la de reforzar la Taula, sino probablemente es una piedra caída de lo que sería el techo del recinto del que formaba parte la Taula. La de Torretrencada es de las escasas que se conservan enteras, y refuerza la idea de que las Taulas no eran mesas gigantescas sino más bien la pilastra central de una sala recubierta de enormes piedras de uso incierto . Finalmente, la Taula de Torralba guarda otra sorpresa de carácter distinto a las anteriores y que tiene que ver con su orientación astronómica, cosa que comentaré más adelante.
Los hombres y mujeres talayóticos trabajaron la piedra básicamente para vivir. La organización y estructura de determinadas construcciones invitan a pensar, además, que pudieran seguir otros planes de naturaleza más metafísica para elevar algunas de esas impresionantes piedras que aún hoy nos miran desafiantes, sabedoras de que difícilmente podremos llegar a la auténtica razón de su presencia ahí. Ya he referido en varias ocasiones el empleo de las navetas como lugares de enterramiento, y de la existencia de sepulcros en las diferentes etapas de la cronología pretalayótica y talayótica. Ya había, por tanto, preocupación por la custodia y, ¿por qué no?, por la supervivencia de las almas desencarnadas. Si esto es así, si existía ese componente metafísico en los pueblos talayóticos, no sería demasiado descabellado pensar que algunas de sus construcciones podrían haberse regido por patrones astronómicos (aquí, de nuevo y como en otras partes del mundo, se conjugan dos elementos casi inmutables en el tiempo, la piedra y las estrellas). El astrofísico murciano Juan Antonio Belmonte ha realizado un interesante estudio sobre las relaciones entre las civilizaciones antiguas y la astronomía (Las Leyes del Cielo, 1999, Ediciones Temas de Hoy). De acuerdo con este investigador, todos los recintos de Taulas, y por tanto todas las Taulas excepto la de Torralba d'En Salort precisamente que está orientada a levante, miran hacia el octante (un 1/8 de círculo) del horizonte centrado en el sur verdadero. El hecho de que este sector del horizonte coincida, en la mayoría de los casos, con un horizonte marino, o cuando éste está ausente, a un horizonte llano, invita a pensar que este patrón de orientaciones debiera ser astronómico. ¿Y qué miraban apoyados en la pilastra de la Taula los "sacerdotes" talayóticos? Según algunos investigadores, entre los que sigo contando a Juan A. Belmonte, probablemente el asterismo formado por la Cruz del Sur y Alfa y Beta Centauri, visible en el horizonte sur en aquella época. Si bien es sólo una hipótesis, cuenta con el atractivo de llevar asociada una justificación -que no explicación- para otro enigma pétreo de las Baleares y es la completa ausencia de Taulas en Mallorca, la mayor de las islas del archipiélago, isla en la que abundan sobremanera los talayots. En Mallorca, mucho más montañosa y de relieve más irregular (en Menorca sólo encontramos una elevación singular situada aproximadamente en el centro de la isla que es el monte del Toro), casi no existen lugares con una visión amplia del horizonte meridional, lo que habría impedido la visión de estas estrellas. Otra curiosa coincidencia es que el final del periodo constructor de taulas se produce más o menos en el momento en que debido a la precesión de los equinoccios esta asociación estelar deja de verse desde Menorca. ¿Casualidades? En definitiva, en Menorca nos esperan doscientos sesenta y siete talayots, sesenta y cuatro navetas, treinta y una Taulas y treinta y nueve poblados, ¡...y tanto por saber! Sin duda un enorme patrimonio histórico del que aún sólo hemos empezado a conocer una mínima parte de lo que estas piedras tan cercanas a nosotros pero tan lejanas a su vez quieren legarnos. Menorca es una visita obligada para el amante de la prehistoria, para aquel que ansía dejarse embriagar por la magia de las piedras. Termino haciendo mías las palabras de Baltasar Porcel (Baleares, 1989, Círculo de Lectores), que reflejan con exquisita precisión las sensaciones que yo mismo recibí un día de agosto de 1999 recorriendo, también, el poblado de Talatí de Dalt. "La primera vez que vi una Taula, en Talatí de Dalt, en medio de un gran conjunto talaiótico, bajo el sol cegador, ardoroso, en el paisaje desierto de tierra parda y piedras plomizas, recibí una impresión considerable: la del gigantesco esfuerzo del hombre, a través de los siglos, para instalarse en la naturaleza y dominarla, para crear un mundo -técnico, científico, artístico...- a su medida y bajo su poderío. Fue así ayer, así es hoy. Lo demás son nubes, vientos temporales. A veces quimeras.
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" La leyenda de la naveta des Tudons"
En los tiempos en que la tierra estaba habitada por gigantes, cuatro de ellos moraban en Menorca: en el levante isleño un majestuoso y envejecido patriarca, padre de una hermosa joven, y a poniente dos hermanos. Cautivados ambos por la bella muchacha, decidieron pedir su mano. Como fuera que no se le ocurría a su señor padre a quien de ellos concedérsela, determinó dejar a sus habilidades tal decisión: los dos deberían construir con sus manos una obra monumental; el primero que consiguiera acabar tal hazaña, obtendría la tan anhelada recompensa. Uno de ellos, idealista él, caviló largamente y dio con algo verdaderamente especial: un barco de piedra, en mitad de los campos, que ninguno existía por entonces, y que sería lecho nupcial. El segundo, más realista, pensó en algo con sentido más práctico: excavar un profundo y amplio pozo en la árida roca para así conseguir abundante y fresca agua para su futura esposa, y de paso aliviar un poco la sequía reinante en la zona en donde residía. Empezaron ambos al mismo tiempo... Cada vez que el constructor naval, con una enorme piedra bajo el brazo, volvía a su obra, daba un pequeño rodeo, disimuladamente, para observar los avances de su hermano y contrincante; echaba una mirada hacia el fondo constatando con alegría la lejanía de su destino, al verlo sudoroso y exhausto, cavando y cavando. Así seguían las cosas: el barco se alzaba lentamente, el pozo se hundía inexorablemente. Transcurrido un cierto tiempo, al naviero solamente faltábale una piedra para completar su obra. Con esta roca bajo el brazo venía, y la luz de la victoria refulgía ya en sus ojos. En su cabeza se asentaba decididamente la alegría de tan cercano enlace. Convencido de su triunfo y para celebrarlo aún más, decidió dar una última vuelta por el agujero del pozo y reírse burlonamente de su hermano. Sin embargo, al estar tan sólo a pocos pasos del mismo, de las profundidades surgió una voz clara, alegre y victoriosa: ¡AGUA! Supo que había perdido. El sueño matrimonial bruscamente arrebatado, y enajenado por la decepción, los celos, la ira y el odio, arrojó la piedra que portaba por la abertura del recién acabado pozo, aplastando a su hermano, en aquel momento figura danzante, exultante de gozo. Al darse cuenta el naviero de su tropelía, y desesperado por tan infame acto cometido, corrió hacia la costa, arrojándose a las tenebrosas aguas desde el acantilado. La muchacha murió de pena tras el horrendo fin de sus pretendientes. Nadie quedó con vida para perpetuar la especie de los gigantes en Menorca. Por eso, si hoy en día se les pregunta a las abuelas de la isla, muchas le indicarán clara y concisamente que la piedra que falta en el frontis de la naveta se encuentra en el fondo de Es Pou d'ets Enamorats, situado al otro lado de la actual carretera. Autor: Jose Luis Casas Martínez

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